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En la última gala de los Premios Oscar, el cine latinoamericano ha vuelto a tener una representante entre las finalistas a mejor película extranjera. Se trata del largometraje “No”, del cineasta chileno Pablo Larraín.

Si bien no se encontraba entre las favoritas, ya desde su proyección en el festival de Cannes fue ganando adeptos. Y es que además de contar con la aparición protagónica del ascendente Gael García Bernal, el film de carácter histórico transporta al espectador a finales de los años ´80, y lo sumerge en un clima de tensión permanente, con recursos audiovisuales propios de la época.

La historia se desarrolla en un contexto político y social complicado. Hacia finales de la década de los ´80, pocas dictaduras latinoamericanas quedaban ya en pie, siendo la del General Augusto Pinochet una de las más resonantes, por sus crudas tácticas para hacer frente a los “revolucionarios” de la época. Bajo estas circunstancias, y con las horas contadas, el gobierno de Chile impulsa un plebiscito para afirmar la continuidad del General, buscando ganar credibilidad y autoridad en el exterior; una manera de decir “ya no somos una dictadura, pues la gente nos ha elegido”. Es así como se abre una puerta para poner fin a un gobierno represor, que hasta ese momento no había ofrecido alternativas.

Inmediatamente, los sectores opositores, presos del silencio que habían sido obligados a mantener, comienzan a trabajar desde las sombras en una campaña publicitaria que convenciera a la mayoría de la población: la campaña del No. Y es importante mencionar que la tarea, aunque lo parezca, no era fácil. El gobierno del General Pinochet contaba con la aprobación de una notoria mayoría, además de mecanismos e infraestructura para asegurarse la victoria.

La película retrata fielmente el período en el que se teje la estrategia de campaña, hasta los resultados. Todo esto en un contexto hostil, marcado por la violencia de aquellos años. Una mezcla de documento histórico y caricatura de un tiempo que marcó la historia de Chile.

Las dictaduras en occidente parecen hoy provenir de épocas arcaicas, casi impensadas. Sin embargo, siguen vivas en la memoria colectiva, haciéndose presentes en innumerables historias. La publicidad, aliada fundamental de la libertad de expresión, hizo su parte en esta transición del país que era, al país que Chile es.