Degustar un exquisito bombón de chocolate recorriendo en bicicleta la divertida ruta del cómic con más de 50 frescos escondidos por la ciudad; adentrarse en maravillosos edificios de art noveau y déco para relajarse después en el Delirium café ante una infinita carta de cervezas; encontrar la inspiración en el museo del pintor surrealista René Magritte y quedarse después atónito ante la visión nocturna de Grote Markt, la plaza más bella de Europa… ¡Y la lista sigue! Así es Bruselas, una ciudad dinámica, llena de contrastes y con una oferta cultural inabarcable.

Elegante, cosmopolita e imponente, a la par que pintoresca y variopinta. Tan contradictoria como convulsa se le podría antojar la capital de Bélgica y sede de la Unión europea al turista menos audaz. Sin embargo, un paseo espontáneo recorriendo sus calles sin mapa en mano es la mejor forma de sentir el embrujo de esta ciudad que vio nacer hace ahora justo un siglo al gran genio de la literatura, Julio Cortázar, un dato que, como otros de los secretos que os aguardan, no aparece en las guías.

Y es que si a uno le preguntan, si prefiere conocer un destino con los puntos turísticos anotados en su mapa o deambulando sin rumbo, lo más probable es que elija la primera opción. Sin embargo, no tener en cuenta la importancia del factor sorpresa, que es justamente aquello que nos hace regresar enamorados de nuestro viaje tras sentir la magia de un rincón o momento descubiertos por nuestro azaroso caminar, podría ser una gran equivocación. Y quiere la suerte que, como otras muchas ciudades europeas, Bruselas también permita ese entretenido y siempre fascinante callejear. De hecho, su oferta de ocio y cultura es tan extensa que conviene centrarse en las atracciones que el destino brinde y posponer el resto para próximas visitas. De ahí que ‘Broeksele’ (nombre originario que significa ‘Capilla del pantano’) sea una de las ciudades más turísticas.

Grote Markt, la plaza más coqueta de Europa
Como punto de partida, convendría sin embargo empezar siempre la despreocupada ruta desde Grote Markt, también llamada Grand-Place. Se dice de ella que es la más hermosa de Europa, incluso del mundo, tal y como apuntó el escritor Victor Hugo después de alojarse en el edificio Le Pigeon durante su exilio. A Bonaparte se le antojó “el salón más bello de Europa” y la UNESCO declaró esta plaza Patrimonio de la Humanidad en 1998 por poseer uno de los mejores conjuntos arquitectónicos del s. XVII. Sus majestuosos edificios bien valen la pena un lento repaso visual.

Un sinfín de ofertas culturales
Desde Grote Markt, le deparan al aventurero infinidad de sorpresas, como la pequeña estatua del Manneken Pis orinando en una fuente protegida por barrotes y con sus curiosas leyendas sobre la ciudad; los frescos de personajes de cómic cuyos autores han nacido en la capital belga, entre ellos Hergé, creador de Tintín; el curioso museo del cómic Centre Belge de la Bande Dessinée, ubicado en un precioso edificio art nouveau diseñado por Horta; el imponente Palacio de Justicia (mayor que la basílica de San Pedro en Roma); las modernas instituciones de la unión europea situadas en el tranquilo barrio del Parlamento, las galerías St-Hubert, el Palacio Real con su jardín neoclásico, el Atomium y sus 9 esferas de acero simulando un cristal de hierro, edificios de art déco como el Old England, convertido en el Museo de los Instrumentos… y un largo listado de lugares sorprendentes y de lo más variados que hará las delicias del turista en su primera y siguientes visitas.

Exquisito chocolate y más de 2.000 cervezas
Coqueta donde las haya, la Ville de Bruxelles (nombre en francés) o Brussel-stad (en neerlandés), que son los dos idiomas oficiales de la ciudad, cuenta además con multitud de chocolaterías en las que degustar fresas bañadas en chocolate. El mayor reclamo turístico son sin embargo los gofres, que si bien eran deliciosos hace unos años, han perdido calidad por la lucha de precios entre establecimientos. Las mejores chocolaterías son Neuhaus, Godiva, Leonidas o Guylian, a cuyos pralinés uno no puede evitar resistirse desde el otro lado del escaparate.

El Delirium café, una oscura bodega del s.XVIII cercana a la Grand-Place, es bien conocido por los lugareños. Iluminado en su interior por cientos de letreros y posters cerveceros, ofrece una carta de cervezas de grosor comparable a un enorme listín telefónico. En su catálogo, con más de 800 tipos de cervezas belgas, figuran todas las marcas del mundo con más de 2.000 variedades. Y aunque el local es ruidoso y está siempre abarrotado, vale la pena intentar asistir a una de sus Jam Sessions. Una manera jovial de terminar la noche y puede que también de poner el ´broche dorado´ a un nuevo y apasionante viaje.

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