El mes de diciembre camina lento pero con paso firme. Tiene una misión que cumplir. Alza su guadaña y se le aparece a 2014, quien se arrastra cual fantasma, para anunciarle: “Adiós, año viejo, acude junto a tu noche vieja y preparaos para el fin”. Y así, sin más titubeos ni dilaciones, le revela al año su extinción.
Agotado, 2014 intenta ocultar su dolor con iluminaciones navideñas y purpurinas doradas, pero el olor a muérdago y a abeto pronto le recuerdan que la tragedia es inminente.
Es extraño, pero nadie parece prestarle atención. La muchedumbre baila al son de los villancicos, ocupada con las últimas compras y regalos, pensando en los preparativos para las fiestas y los excesos que con éstas llegarán.
2014 cierra los párpados y, como si de un pase de instantáneas se tratara, recuerda momentos del pasado. Las imágenes se suceden, una a una. A los pocos minutos de rememorar, sonríe, todavía sigue enamorado de aquel mes… Luego recuerda una anécdota y estalla a carcajadas. Sigue repasando cada uno de los días y a los pocos minutos, el corazón le da un vuelco, fue tanto aquello que no pudo ser y tan dolorosas las derrotas… Pero no derrama lágrimas. Al final, la balanza, cual equilibrista, se muestra justa en su cuerda floja. “Tampoco me fue tan mal. Aunque… dicen que el que está por llegar será mejor”, piensa. Y se pregunta por qué parece que todos han olvidado ya lo especial que también él fue en su día.
En ese momento, una mano menuda le acaricia la espalda. 2014 escucha una vocecilla que le susurra: “grandullón, no te pongas así, que no es tu fin. Sólo vas a cambiar; de forma y de nombre, pero es por tu bien, para ser mejor. Es lo que tiene crecer. No temas, que te guiaré, caminaré a tu lado si lo deseas, y todos ellos, a quienes te gusta observar, también. Confían en ti. Y créeme que pondrán de su parte. Además, sabes que lo hiciste bien. Pero yo sé que aún puedes hacerlo mejor”. Después de estas palabras de aliento, la pequeña le besó los labios y el año sintió un ligero temblor en las piernas. Aquella maravillosa criatura sin nombre le había devuelto las ganas de luchar. Deseaba llenar de felicidad a cada una de las personas que como él no pensaban rendirse. Y estaba decidido a no defraudarlas.
Preparado para la gran noche, esperó impaciente la llegada de la famosa celebración. Y cuando las primeras uvas derramaron su jugo dentro de las bocas hambrientas de ilusión y sueños, el año comenzó su transformación. Cada una de las frutas, robadas del plato con cada nuevo deseo, dibujaban en su rostro una nueva fisonomía. Con cada pensamiento de prosperidad, sentía su cuerpo cubrirse de miles de millones de alas. El último segundo del reloj marcó su fin y comienzo a la vez. Pero nada extraordinario sucedió. O tal vez sí, pero le pareció imperceptible…
Cuando 2015 abrió los ojos, descubrió que en realidad sí había cambiado. Ya no era el mismo. Podía sentirlo. Estaba lleno de metas por cumplir. Estiró sus brazos y con el movimiento, desplegó su nuevo manto de alas para alzarlas al cielo y empezar a batirlas lentamente estrenando su primer vuelo, en el que iba a ser el primer día de su nueva vida.
El rumor de las botellas de champán descorchándose le conmovía. Y sonreía ante los tintineos del cristal de las copas con cada nuevo brindis, abrazo, beso y deseo de felicidad por él, el nuevo año que comienza.
2015 viajó por el mundo dispuesto a cumplir los sueños de la humanidad. En su periplo, le acompañó una joven criatura de color verde, la misma que le había animado cuando todo parecía perdido y el año sentía que le fallaban las fuerzas.
Feliz año nuevo. Porque este nuevo ciclo que comienza nos brinde aquello que soñamos conquistar.
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